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El Apóstol Pablo nos enseña uno de los tesoros más preciados para el creyente: las promesas del Señor. Estas promesas son en Cristo Si y en Cristo, Amén... es decir, son verdaderas en Cristo y se cumplen en Cristo. Sobra decir que las promesas en Cristo difieren sustancialmente de las promesas ficticias de prosperidad y abundancia material que los falsos maestros se inventan para engañar a los incautos. En especial, Pablo hace referencia a la seguridad y perseverancia de los santos, quienes una vez sellados por el Espíritu de Dios, serán conservados por la gracia Salvadora de Dios que abunda en ellos, hasta el Día de la manifestación de Cristo y del Juicio Final.