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Fuente: A. Díez Macho, ed. Apócrifos del Antiguo Testamento, en 5 vols. publicados. Libro de los secretos de Henoc (2 Hen [eslavo]), trad. por A. de Santos Otero, en el vol. 4 [Cristiandad: Madrid, 1982], págs. 161-202. La letra cursiva, que se observa en el presente documento, refleja un texto propio, típico, diferente de la redacción larga que se ofrece como Henoc 2. LIBRO DE LOS SANTOS SECRETOS DE HENOC (2 Henoc) Varón sabio y gran artífice, a quien el Señor quiso arrebatar a sí para que pudiera ver la vida superior y fuera testigo ocular del reino sapientísimo, grande, inescrutable e inmutable de Dios omnipotente; de la mansión magnífica, gloriosa, refulgente y dotada de muchos ojos, reservada a los servidores del Señor; del trono inconmovible de Dios; de los distintos órdenes y formaciones de los ejércitos incorpóreos; del entramado inefable de la gran multitud de elementos; del aspecto multiforme y del canto inenarrable del ejército de los querubines, así como de la luz inconmensurable. Capítulo 1 En aquel tiempo dijo Henoc: Al llegar a los ciento sesenta y cinco años engendré a mi hijo Matusalén y después viví doscientos años más hasta cumplir los trescientos sesenta y cinco. En el mes primero, en el día designado del primer mes, en el primer día me encontraba yo, Henoc, solo en casa y descansaba en mi lecho durmiendo. Y durante el sueño invadió mi corazón una gran pena, hasta el punto de que exclamé llorando a lágrima viva: «¿Qué cosa querrá decir esto?» En esto se me aparecieron dos varones de una estatura descomunal, tal como yo no había tenido ocasión de ver sobre la tierra. Su faz era como un sol refulgente, sus ojos semejaban antorchas ardiendo y de sus labios salía fuego; sus vestidos eran como […] con abundancia de púrpura; sus alas brillaban más que el oro, y la blancura de sus manos superaba a la de la nieve. Y poniéndose a mi cabecera, me llamaron por mi nombre. Yo desperté de mi sueño y vi claramente aquellos dos varones que estaban a mi lado. Me levanté enseguida y me postré de hinojos ante ellos, sobrecogido de pavor, hasta tal punto que el miedo hizo cambiar el color de mi rostro. Mas ellos me dijeron: Henoc, ten ánimo de verdad y no te asustes, pues el Señor de la eternidad nos ha enviado a ti: sábete que hoy vas a subir al cielo con nosotros. Comunica, pues, a tus hijos y a todos tus domésticos lo que tengan que hacer aquí abajo con tu hacienda, mientras tú estés ausente. Y que nadie te busque hasta tanto que el Señor te restituya a los tuyos. Y obedeciendo prontamente, salí de mi casa y cerré las puertas, tal como me habían indicado. Entonces llamé a mis hijos Matusalén, Regim y Gaidad y les comuniqué cuanto me habían dicho aquellos varones admirables. Capítulo 2 Escuchad, hijos míos: No sé adónde voy ni con qué voy a encontrarme. Vosotros no os apartéis de Dios, sino caminad ante la faz del Señor y tened en cuenta sus juicios. No mancilléis las preces de vuestra salvación, para que el Señor no rebaje el fruto del trabajo de vuestras manos. No escatiméis vuestras ofrendas al Señor, y él no dejará tampoco vacíos los graneros de aquellos que le son generosos.