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Libro de Noé Extracto del Libro Etiópico de Henoc 106 Al cabo de unos días, tomó mi hijo Matusalén, para su hijo Lamec, una mujer, que se preñó de él y tuvo un hijo. La carne de éste era blanca como escarcha y roja como las rosas; sus cabellos, blancos como lana, y sus ojos, hermosos. Cuando abrió los ojos, iluminó toda la casa como el sol, y toda ella brilló mucho. Y cuando fue tomado de mano de la comadrona abrió la boca, y habló con el Señor justo. Se asustó de él Lamec, su padre, huyó y se llegó a su padre Matusalén. Le dijo: He tenido un hijo extraño, que no es como los hombres, sino que se parece a los hijos de los ángeles del cielo, pues su naturaleza es otra, no como la nuestra: sus ojos son como rayos de sol, y su rostro, luminoso. Me parece que no es mío, sino de los ángeles, y temo que tenga lugar algún portento en sus días sobre la tierra. Aquí estoy, padre, para rogarte y pedirte que vayas a Henoc, nuestro padre, y oigas de él la verdad, ya que él habita con los ángeles. Cuando Matusalén oyó las palabras de su hijo, vino a mí, a los confines de la tierra, pues oyó que yo estaba allí, y gritó. Oí su voz, fui a él y le dije: Aquí estoy, hijo mío, ¿por qué has venido a mí? Y me respondió así: Por grave cuita he venido a ti, y a causa de una visión atormentadora me he acercado. Padre mío, óyeme ahora, pues a Lamec, mi hijo, le ha nacido un niño que no es semejante a él, ni su naturaleza como la humana, pues su color es más blanco que escarcha y más rojo que las rosas; su cabello, más blanco que la lana, y sus ojos, como rayos de sol; y, al abrirlos, iluminó toda la casa. Cuando fue tomado de la partera, abrió la boca y bendijo al Señor del cielo. Su padre Lamec se asustó y huyó a mí, pues no cree que sea de él, sino imagen de los ángeles del cielo. Y he aquí que he venido a ti, para que me digas la verdad. Le respondí yo, Henoc, con estas palabras: El Señor producirá cosas nuevas en la tierra: esto ya lo vi en una visión y te lo dije, pues en la generación de mi padre, Yared, no observaron la palabra del Señor desde lo alto del cielo. He aquí que cometieron pecados, transgredieron la ley, se unieron a mujeres y cometieron con ellas pecado, casándose con ellas y teniendo de ellas hijos. Gran ruina vendrá sobre toda la tierra, habrá un diluvio y gran ruina en un año. Y ocurrirá que este hijo que os ha nacido quedará sobre la tierra, y se salvarán sus tres hijos con él: cuando mueran todos los hombres que hay sobre la tierra, se salvarán él y sus hijos. Engendrarán (los ángeles) sobre la tierra gigantes, no de espíritus, sino de carne; habrá gran castigo sobre la tierra, y ésta será lavada de toda corrupción. Y ahora haz saber a tu hijo Lamec que el nacido es realmente su hijo y ponle por nombre Noé, pues os servirá de resto (reposo). Él y sus hijos se salvarán de la destrucción que vendrá sobre la tierra por todos los pecados y toda la iniquidad que en sus días tendrá lugar sobre ella. Pero después de esto habrá mayor iniquidad que la cometida antes sobre la tierra, pues conozco los secretos de los santos, ya que el Señor me los ha mostrado y hecho conocer y los he leído en las tablas celestiales. 107 En ellas vi escrito que una generación tras otra pecará, hasta que surja una generación justa, se destruya la culpa y desaparezca el pecado de la tierra, aconteciéndole todo bien. Ahora, hijo mío, ve, haz saber a tu hijo Lamec que el niño nacido es realmente su hijo y que no es falsedad. Cuando oyó Matusalén las palabras de su padre Henoc, y lo vio pues le había mostrado todo lo oculto, se volvió y puso a aquel niño el nombre de Noé, pues él habría de regocijar a la tierra de toda ruina.