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Oráculos Sibilinos LIBRO 14 Hombres, ¿por qué en vano, como si fuerais inmortales, a pesar de la brevedad de vuestro poderío, tenéis sentimientos en exceso altivos y todos queréis reinar sobre los mortales, sin comprender que Dios mismo aborrece el afán de dominio y sobre todo a los reyes insaciables, terribles, impíos, y levanta sobre ellos la oscuridad, porque en vez de las buenas obras y los justos pensamientos prefirieron todos los mantos de purpúreo tejido y no ansían más que guerras, lamentos y matanzas? Breve destino les dará Dios inmortal que en el éter habita: los aniquilará y en distintos lugares a cada uno matará. Mas cuando el matador de toros, seguro de su fuerza, llegue con su abundante melena, espantoso, para matar a todos y golpear a los pastores, ya no les quedará vigor, a no ser que, naturalmente, los perros, por la velocidad de sus patas, a través de los valles, hagan frente a la disputa, ansiosos de salir en persecución: un perro persiguió al león que mataba a los pastores. Y entonces habrá un soberano de cuatro sílabas, seguro de su fuerza, surgido de la unidad; pero pronto el broncíneo Ares acabará con él mediante las rencillas de los insaciables hombres. Después reinarán otros dos caudillos, ambos del número cuarenta; durante el mandato será grande la paz del mundo en todos los pueblos, y también la legalidad y la justicia; pero a su vez unos hombres de empenachado casco, a la búsqueda de oro y plata, los cogerán entre sus manos y los matarán sin piedad por esa razón. Y entonces de nuevo reinará un terrible lancero joven, soberano del número setenta, ardiente destructor de vidas, que sin piedad entregará al pueblo de Roma a manos del ejército, para ser asesinado con crueldad por la cólera de sus reyes, y derribará toda la ilustre ciudad de los latinos. Ya no será posible ver ni oír a Roma tal como anteayer la vio el caminante, pues todo yacerá en el polvo y no se librará ninguna de sus construcciones. El bajará del cielo en todo su esplendor y enviará a los hombres relámpagos y rayos desde el cielo, Dios inmortal; a unos los matará con rayos ardientes, a otros con rayos fríos. Y entonces matarán al maldito soberano impúdico los inocentes latinos de Roma, de la fuerte Roma. El polvo no le envolverá ligero cuando está muerto, sino que será juguete de los perros, las aves de rapiña y los lobos, porque aniquiló al pueblo de Ares guerrero. Después de éste reinará otro hombre ilustre, del número cuarenta, vencedor sobre los partos y germanos, que acabará con las terribles fieras homicidas que continuamente recorren las corrientes del océano y del Eufrates. Y entonces es cuando Roma volverá a ser como antes era. Mas una vez que se halle el gran lobo en su propio terreno, cuando desde Oriente haya venido como soberano, a continuación morirá vencido en violenta guerra con agudo bronce. Y entonces reinará sobre los soberbios romanos otro aguerrido Ares, proclamado desde Asiria, el de la letra inicial, y con guerras someterá todo y, al mismo tiempo, a los ejércitos demostrará su mando e impondrá preceptos; pero pronto el broncíneo Ares le matará cuando caiga en manos de taimados ejércitos.