15m 25slongitud

Oráculos Sibilinos LIBRO 2 En el momento en que Dios hizo cesar el omnisciente canto, después de mis numerosas súplicas, en ese instante depositó de nuevo en mi pecho la muy gozosa voz de divinas palabras: haré estas profecías mientras todo mi cuerpo está lleno de estupor, pues ni siquiera sé lo que digo, pero Dios me ordena que todo lo proclame. Más cuando sobre la tierra se produzcan seísmos, devastadores rayos, truenos y relámpagos, lluvias y también añublo en la tierra, el enloquecimiento de los chacales y de los lobos, matanzas y aniquilamientos de hombres, de vacas mugientes, de cuadrúpedos domésticos, de mulas aptos para el trabajo y de cabras y ovejas, a continuación la tierra, abandonada en su mayor parte, se tomará baldía a causa del descuido y escasearán los frutos; los hombres libres serán vendidos entre la mayoría de los mortales y los templos serán profanados. Entonces llegará, después de eso, la décima generación de mortales, cuando el Dios que sacude la tierra y que despide relámpagos rompa el fervor de los ídolos, agite al pueblo de Roma, la de las siete colinas, y su gran riqueza perezca abrasada en inmenso fuego por la llama de Hefesto. Y entonces bajarán sangrientas desde el cielo. El mundo entero y sus innúmeros habitantes se matarán unos a otros, enloquecidos, y a la contienda añadirá Dios hambre y peste, así como rayos contra los hombres, porque sin justicia juzgan los pleitos. Escasez de habitantes habrá en todo el mundo, %hasta el punto de que, si alguien viera sobre la tierra huella de ser humano, se asombraría. Pero entonces Dios poderoso que el éter habita será de nuevo salvador de hombres piadosos por doquier. Entonces habrá paz y profunda comprensión y la tierra fructífera dará de nuevo frutos aún más numerosos, sin ser ya repartida ni trabajada. Cada puerto, cada fondeadero estará libre para uso de los hombres, como lo estaban antes, y la impudicia desaparecerá. Y entonces Dios enviará a continuación una gran señal, pues brillará una estrella casi igual a una corona brillante y, brillante ella, iluminará todo desde el cielo resplandeciente durante no pocos días; entonces en verdad mostrará desde el cielo, a los hombres que por ella compiten, la corona en lid y las reglas de ésta, pues habrá una gran competición celebrada con la entrada triunfal en la ciudad celestial y se extenderá por la ecumene entre todos los hombres, porque conlleva la gloria de la inmortalidad. Y entonces todos los pueblos competirán en inmortales contiendas por la bellísima victoria, pues nadie puede impúdicamente comprar allí por dinero la corona: Cristo santo será su justo árbitro y coronará a los que pasen las pruebas; también dará inmortal recompensa a los mártires que compiten incluso hasta la muerte, y a las vírgenes que corran con éxito les dará de premio imperecedero galardón, así como a los de justa conducta, son todos los hombres y gentes de otras tierras que vivan santamente y a un solo Dios reconocen. A los que veneran el matrimonio y se abstienen de adulterios, les dará ricos dones, eterna esperanza también para ellos. Pues todas las almas de los mortales son como una gracia de Dios y no les es lícito a los hombres mancillarlas con toda clase de impurezas. [...]