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El rito de la ordenación sacerdotal es uno de los más antiguos de la Iglesia Católica. Algunos de los gestos que han llegado hasta nosotros ya se celebraban en el siglo I. Este rito se realiza tanto en la ordenación de los obispos como en la ordenación de presbíteros y diacónos. Siempre lo preside un obispo y tiene lugar entre la liturgia de la Palabra y la liturgia Eucarística. Comienza con el llamado rito de introducción. Se pronuncia el nombre de cada candidato y éste responde en latín Adsum, Aquí estoy Mons. Juan Javier Flores Pontificio Instituto Litúrgico San Anselmo Son unas preguntas o incluso algún juramento. En el caso del presbítero, es la promesa de castidad y de obediencia al obispo. Después los candidatos se postran en el suelo en señal de humildad y de súplica. Mientras tanto los presentes se arrodillan y cantan la Letanía de los Santos, y se les pide que ayuden a los ordenados. Entonces comienzan los momentos más importantes de la ordenación. Uno de ellos es cuando el obispo impone sus manos en la cabeza del candidato. Mons. Juan Javier Flores Pontificio Instituto Litúrgico San Anselmo Es el momento en que el Espíritu Santo desciende por medio del sacramento, acción sacramental, al ordenado. El otro es cuando se hace la oración consagratoria. Tras éste rito, el diacóno ya es sacerdote. Despues vienen una serie de ritos que llaman explicativos. En el caso de la ordenación episcopal, se unge la cabeza y se impone la mitra, el anillo y el báculo al nuevo obispo. Mons. Juan Javier Flores Pontificio Instituto Litúrgico San Anselmo Al presbítero, se le unge con el crisma siempre las manos: las manos que bendicen, las manos que van a ordenar, las manos que van a consagrar, entonces hacen la unción de manos. El diácono en cambio recibe una Biblia porque será el ministro de la proclamación del Evangelio. El ritual puede variar según las tradiciones de cada país. En España, las personas se acercan a besar las manos al nuevo sacerdote y en Italia y Alemania sólo se acercan para que les dé la bendición. DG