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Asia es un vasto continente en el que conviven razas, lenguas y religiones muy distintas, y sus manifestaciones musicales son tan dispares como los pueblos a los que pertenecen. Sin embargo, a pesar de esta diversidad podemos señalar algunas características comunes a todas ellas. - La relación de la música con la religión. Gran parte de las formas musicales orientales parten de los textos sagrados. El sonido alcanza una cierta dimensión “espiritual”, alejada del concepto occidental del sonido como simple materia prima de la música. - Importancia de la melodía. La melodía es el elemento base de la música, quedando todo lo demás supeditado a ella. La armonía no existe como tal, aunque a veces la polifonía y la heterofonía (ejecución simultánea de diferentes versiones de una misma melodía), cumplen ese papel. - Predominio de la improvisación. La música oriental suele improvisarse en el mismo momento de la ejecución, aunque siempre se parte de esquemas rítmicos y melódicos, sobre los que se efectúa variaciones. - Timbres vocales característicos. Es uno de los rasgos que más llama la atención al oído occidental acostumbrado al “canto natural”. Dos de las técnicas más llamativas son el canto de “falsete”, agudo y nasal y la voz grave y gutural. Otras técnicas (glisandos, vibratos, melismas, etc.) que modifican la voz, alejándola de la emisión llana de la voz occidental. La tradición musical china se remonta al 3.000 a.c., su origen es religioso, y está ligada a las ceremonias de la corte y al teatro ritual. Cuenta la leyenda que un emperador en el año 2697 a. c., mandó a uno de sus súbditos a las montañas a que cortara cañas de bambú (lü), con las que establecer las notas básicas de la música. Los doce lü se utilizaron como base para el sistema musical chino. De los doce sonidos, sólo cinco se consideran fundamentales y constituyen las notas de la escala básica de la música china, la escala pentatónica.