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‘Padre, en Tus manos encomiendo mi espíritu’. Esta fue la última frase de Jesús desde lo alto de la cruz. Lo único que los verdugos no pudieron quebrantar fue Su espíritu y Jesús se lo encomendó al Señor con su último aliento. Con esto nos enseña que no podemos transitar por la vida sin entregar a Dios cada átomo de nuestro ser -todo lo que hacemos, lo que hablamos, lo que sentimos-, porque de ello depende si pasamos la eternidad con el Padre o en el infierno. Y esta entrega al Creador es una decision individual, nadie la puede tomar en tu lugar. Un mensaje que no te puedes perder.