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El Señor acostumbra hacer cosas extraordinarias, con gente ordinaria. Él busca valientes que se atrevan a hacer algo distinto a lo tradicional, gente que quiera brillar con luz propia y que anhela que su voz sea escuchada. Estos valientes deben ser fuertes para nadar contra corriente, pues emprenderán proyectos que los religiosos no van a comprender y los conservadores van a rechazar; deben dejar de lado la falsa humildad y entender que está bien querer ser el mejor estudiante, el mejor cantante, el mejor empleado, el mejor jefe, el mejor líder. Si quitamos las limitaciones de nuestra mente, todos podemos pertenecer a la casa de valientes del Señor.