4m 24slongitud

"Jehová dijo así: el cielo es mi solio y la tierra estrado de mis pies. ¿Dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo?. "Mi mano hizo todas las cosas, y todas las cosas fueron, dice Jehová, mas yo miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que inclina su frente a mi palabra". "Que el Altísimo Dios de Israel ponga la luz de sus estrellas en mi mente y el fuego de su sol en mi lengua, para que sea digno transmisor del pensamiento de Isaías -dijo Jhasua empezando su comentario-. "Entiendo que el soberano Señor de todo lo creado busca con agrado el amante corazón de sus criaturas, para reposo de su grandeza y de su infinita majestad, y que el corazón del hombre soberbio, no puede ser jamás santuario para el Supremo Hacedor. "Es humilde de espíritu, el que hace suyos los dolores del huérfano y desamparado, y no encuentra descanso y gozo verdadero, sino cuando ha remediado sus dolores y ha secado sus lágrimas. "Es humilde de espíritu el que amando la verdad por encima de todas las cosas, da a Dios lo que es de Dios, y toma para sí su propia carga de imperfecciones y de atraso, que le lleva a prosternarse ante la Divina Justicia, clamando con todas sus fuerzas: No mires Señor mi iniquidad y miseria, sino tu gran misericordia para acoger a tu siervo, no por lo que es, sino por lo que tú quieres que sea, para glorificarte por los siglos de los siglos. "Es humilde de espíritu, el que sólo quiere la vida para llenarla de obras de amor y de justicia, dignas del que ha dejado penetrar en sí la Ley Divina, que dice: "Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo". Y el Profeta añade, que no es con sacrificio de bueyes, de carneros y palomas, con lo que el hombre conquista el derecho de servir como santuario de reposo al Señor, sino con el sacrificio de las propias pasiones y renunciamientos, elevándose por el amor fraterno y la sinceridad de una vida pura, por encima de todas las ambiciones y de todos los egoísmos... "¡Señor Dios de Israel! Dios de nuestros padres, Dios de nuestro corazón! -exclamó el joven orador en un impulso de amor hacia la Divinidad-. ¡Muéstranos que nuestras vidas son tuyas y que nuestros espíritus florecen en obras dignas de Ti!... ¡Muéstranos que nuestro corazón es humilde conforme al pensamiento de tu siervo Isaías, y toma posesión de nosotros que te pertenecemos desde la eternidad!. Abre Señor nuestro espíritu a tu Verdad y a tu Amor, y que seamos luz de cirio en las tinieblas de nuestros hermanos, y óleo de piedad sobre sus heridas profundas".