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Dándole toda la Gloria a Dios empezó el servicio de este domingo en la Iglesia Maranatha Venezuela, continuando luego con la proclamación de la Palabra de Dios por el pastor Javier Bertucci, cuya enseñanza trajo el entendimiento de que el propósito divino es más grande que todo, a pesar de nuestros errores. "Nadie puede ser ayudado a menos que reconozca que necesita la ayuda", fueron las palabras con las que comenzó el mensaje el Pastor Javier Bertucci. El peor daño que puede ocurrir es engañarse uno mismo, pensando que no necesitamos a Dios. El arrepentimiento nos hace reconocer nuestra necesidad de Dios. Nunca dejaremos de cometer errores, pues la perfección es una carrera larga; la obra de perfección requiere mucho tiempo. Hay un propósito de Dios con cada uno de nosotros, y ese propósito va a prevalecer por encima de tus imperfecciones. La Sangre de Cristo nos limpia del pecado. Satanás siempre vendrá contra nosotros juzgando los errores como irreparables e intentando que sintamos que no podemos estar delante de Dios. Huir del servicio a Dios por los errores cometidos es una muestra de cobardía terrible. Ningún pecado es más grande que Dios. Él está por sobre todas las cosas. Salmo 138:8:"Jehová cumplirá su propósito en mí;Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; No desampares la obra de tus manos." Cuando Dios tiene un propósito, este es más grande que cualquier otra cosa. Ir contra el propósito de Dios en otra persona provocará la caída de nuestro sitio de honra. Todo tiene que ver con el propósito. Dios elige a alguien y traza su propósito. No debemos cuestionar ni envidiar los propósitos de otros hermanos. Dios no se equivoca nunca. A Dios no le interesan personas que intentan hacer las cosas sin tomarlo en cuenta, vanagloriándose de sí mismos. ¡Dios es más grande que tus errores! Hay que tener cuidado de no tocar el propósito de Dios en otro, juzgando sus errores o debilidades. Esto puede ocasionar que al final seamos desechados, como le ocurrió a Saúl en el libro de Samuel. En muchos casos, lo que nos hace hablar mal de otros, es la envidia. Isaías 58:9: "Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad." Hay una condición para que seamos escuchados delante de Dios; ésta es: quitar nuestras palabras malintencionadas que decimos en contra de nuestros hermanos. Apocalipsis 12:10: "Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche."  La Palabra confirma que el primer adversario de cada cristiano es un acusador. La Iglesia debe entender que la manera de recuperar el poder y la salvación del mundo es sacar por completo la naturaleza acusadora de nuestro corazón. La misericordia y la intercesión por cada uno de los hermanos más débiles debe ser la columna de la iglesia. El amor debe prevalecer. El propósito y la obra de Dios deben ser lo más importante. "El éxito de la iglesia está en el permanecer unida." La actitud de la Iglesia debe ser la de proteger a los hermanos que han caído y no permitir que sean expuestos ante los demás, ni que sean mostrados para que los juzguen o cuestionen. Juan 8:4-11: "le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra" Esta palabra nos demuestra que la única forma de acusar a alguien, es no habiendo cometido pecado alguno jamás, ni en el pasado, ni en el presente. El Señor Jesús dejó bien claro esta condición. ¡Nadie es perfecto! Las personas tienden a olvidar que pasaron por las mismas debilidades de los que ahora cometen errores. Juzgamos deliberadamente, olvidando que no somos perfectos. Los pecados no anulan el propósito de Dios en cada uno de nosotros. Nunca Dios da los dones para avergonzar a nadie. Los acusadores no son del equipo de Dios.