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Sermón del día domingo 27 de abril de 2014 Iglesia Nacional Presbiteriana Príncipe de Paz Humbold #50, Centro, México D.F. 06040 Tel. (55) 5518-6114; (55) 5518-5900 http://inp-principedepazcentro.org Pbro. Edgar González Terán Lectura Bíblica: Antiguo Testamento: "Salmo 19" Nuevo Testamento: "Juan 20:24-31" "EL PROPÓSITO DEL EVANGELIO DE JUAN" Juan 20:30,31 Con la gloriosa confesión de Tomás, "Señor mío, y Dios mío", el escritor ha logrado su propósito. El propósito del evangelista ha sido todo el tiempo el mismo: mostrar que Jesús es realmente Dios. La resurrección y sobre todo la aparición a los discípulos, incluyendo a Tomás, ha tenido el efecto de producir esta confesión del corazón y la boca del "desalentado y dedicado". La resurrección fue la mayor señal de todas. Había habido muchas señales. Se realizaron en la presencia de los discípulos, de modo que estos hombres pudieran ser testigos calificados, es decir, para que pudieran dar testimonio competente respecto a lo que ellos mismos habían visto, oído o experimentado. Es cierto que ninguno vio de hecho la resurrección. Pero los discípulos vieron al Cristo resucitado, y eso ciertamente implicaba la realidad de la resurrección. Además de la gran señal de la resurrección, las señales que relatan en el cuarto Evangelio son: la transformación del agua en vino, la curación del hijo del cortesano, la milagrosa alimentación de cinco mil, la devolución de la vista al ciego de nacimiento, y la resurrección de Lázaro. Pero eso no es todo en modo alguno. se podría preguntar, "¿Acaso la purificación del templo no fue una señal? ¿Acaso la entrada triunfal en Jerusalén no fue otra señal?" De ahí que lleguemos a la conclusión de que desde el principio hasta el fin el cuarto Evangelio es un libro de señales. Relata las acciones maravillosas de Cristo y su significado. ¿Cuál fue, pues, el propósito de Juan al referir las señales que relata? La respuesta se expresa en las palabras, "Pero éstas se han escrito para que continuéis creyendo que Jesús es el Cristo..." Cuando la iglesia sigue aceptando a Jesús como el divinamente enviado y calificado (o sea, como el divinamente ungido), es decir, como el Cristo, el cumplimiento de todas las esperanzas y promesas del Antiguo Testamento; cuando sigue reconociéndolo como el Hijo de Dios, en el sentido más excelso de la palabra, seguirá teniendo vida eterna. -William Hendrik