22m 3slongitud

Temas Principales: La reincidencia, la esclavitud y la restauración de los judíos. El profeta y su medio Hacia mediados del s. VII a.C., probablemente entre los años 650 y 645, nació en el seno de una familia sacerdotal de Anatot, pequeño lugar cercano a Jerusalén, el niño que más tarde sería conocido como el profeta Jeremías (1.1). Siendo todavía muy joven (1.6), el Señor lo llamó a su servicio; corría por entonces el año 626, decimotercero del reinado de Josías (1.2), poco más de un siglo después de la época en que había vivido y ejercido su ministerio el profeta Isaías (véase Is 1.1 n.). En aquel tiempo, el poderío asirio estaba tocando a su fin. El imperio neobabilónico había terminado por imponerse a los restos de la grandeza de Asiria, la nación que, especialmente entre los s. X y VII a.C., había logrado ampliar sus límites invadiendo enormes espacios de Mesopotamia, Siria y Asia Menor. La decadencia asiria fue muy rápida. El mismo s. VII, testigo de las mayores glorias de aquel gran imperio, lo fue también de la pérdida de su hegemonía y del final de su historia como estado independiente. En su lugar, entre el 610 y el 605 a.C., se levantó Babilonia, poderosa y renovada. La desaparición del invasor asirio representó un corto período de libertad para los pueblos que le habían estado sometidos, los cuales fueron cayendo después, paulatinamente, bajo el dominio de los babilonios. Pero entre uno y otro momento, aprovechando algunas circunstancias favorables, el rey Josías, de Judá, comenzó a desarrollar una política de nación independiente y a promover la reforma religiosa que dio a su reinado un relieve especial (2 R 22.1–23.27; 2 Cr 34.1–35.19). Fue un brillante proceso de restauración que quedó truncado en el 609 a.C., cuando Josías, a los 39 años de edad, cayó herido de muerte en Meguido, en la batalla sostenida contra el ejército del faraón Necao (2 R 23.24–30; 2 Cr 35.20–27). Los monarcas sucesores de Josías, ineptos ellos mismos y faltos de prudencia sus consejeros, no supieron evitar la desintegración política y moral del reino de Judá, cuya degradación culminó en la destrucción de Jerusalén (586 a.C.) y la masiva deportación a Babilonia de sus habitantes. Jeremías inició su ministerio en tiempos de Josías, y continuó desarrollando su actividad profética bajo los reinados de los últimos reyes de Judá: Joacaz (también llamado Salum), Joacim (o Eliaquim), Joaquín (o Jeconías) y Sedequías (o Matanías). Los tiempos eran difíciles para el pueblo, cuyos dirigentes mantenían posiciones políticas enfrentadas: unos eran partidarios de someterse con serenidad y como mal menor al gobierno de Babilonia, en tanto que los otros abogaban por aliarse con Egipto en contra de ella. Jeremías, que se vio obligado a tomar posición en el conflicto, trató de convencer a Sedequías de que una alianza con los egipcios acabaría en desastre (27.6–8). Pero los esfuerzos del profeta, además de acarrearle no pocos sufrimientos (38.1–13), fueron totalmente inútiles, pues el rey, inclinándose a favor del consejo opuesto, decidió solicitar el apoyo del faraón Necao. El resultado fue catastrófico para Judá, porque las fuerzas egipcias se hallaban en franca inferioridad respecto de las babilónicas, como ya se había visto en el 605 a.C., en la batalla de Carquemis, junto al Éufrates, «el año cuarto de Joacim hijo de Josías, rey de Judá». Ese triunfo de Nabucodonosor había significado la consolidación de la supremacía de Babilonia (cf. 46.2) y su dominio sobre los países invadidos. Hermanos si desean saber más del Seminario Reina Valera visiten este link: http://www.seminarioabierto.com/Default.htm Yo solo al audio que lo pueden hallar en la página web del seminario, le puse vídeo, pero este canal no es dueño de los estudios. Saludos y bendiciones; Cristo Viene.