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Tema Principal: La conquista y la división de la tierra de Canaan. Pensamiento Clave: Cómo tener éxito en las luchas de la vida, 1:8-9. El libro Josué (=Jos) es el primero de los seis escritos que integran la serie de los Profetas anteriores . En las historias narradas en este libro, el protagonista no es propiamente Josué. Esa función le corresponde, más bien, al escenario donde tienen lugar los nuevos actos del drama de Israel: el país de Canaán, en el que penetra el pueblo cuarenta años después de haber sido liberado de su cautividad en Egipto. Canaán es la meta, el punto final de aquella inacabable peregrinación. En la entrada a Canaán y en la posesión del país ven los israelitas el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham, Isaac y Jacob, de darlo a sus descendientes para siempre (Gn 13.14–17; 26.3–5; 28.13–14). Ellos, pues, herederos de las promesas divinas, tomaron posesión de Canaán, y «no faltó ni una palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel. Todo se cumplió» (21.45). Canaán es el signo de la fidelidad de Dios a su palabra, de una lealtad cuya contrapartida había de ser la conducta fiel del pueblo escogido. Porque, si bien en la posesión de aquella tierra se contemplaba el don de Dios, el permanecer en ella dependía de la fidelidad y rectitud con que los israelitas observaran la ley transmitida por Moisés. Pronto ellos habrían de comprenderlo, al ver que, empeñados en acciones de guerra, sus triunfos o derrotas dependían del ser o no ser fieles a su Señor (7.1–5). Eso mismo ya lo habían visto cuando, en vida de Moisés, vencieron a los amalecitas en Refidim (Ex 17.8–16), o cuando, por el contrario, los amalecitas y los cananeos «los hirieron, los derrotaron y los persiguieron hasta Horma» (Nm 14.20–23, 40–45). Una primera lectura del libro de Josué puede dar la impresión de que la conquista de Canaán consistió en un rápido movimiento estratégico; que los israelitas, dirigidos por Josué, penetraron con facilidad en el país, y que una serie de acciones militares de prodigiosa eficacia les permitió apoderarse en poco tiempo y por completo del territorio que de antemano tenían por suyo. En realidad, el asunto no fue tan simple, pues ni ellos lograron conquistar rápidamente los territorios cananeos, ni los anteriores habitantes del país fueron del todo exterminados. De hecho, muchos de ellos se mantuvieron firmes en sus posiciones (15.63; 17.12–13); e incluso establecieron a veces alianzas con los invasores, y entonces unos y otros tuvieron que aprender a convivir en paz (9.1–27; 16.10). La conquista de Canaán no fue, pues, el resultado de una guerra relámpago de exterminio, sino un avance lento y sostenido en medio de no escasas dificultades, entre las que tuvo probablemente gran importancia la inexistencia en Israel de una estructura política de índole nacional, que solo llegó más tarde, con la instauración del reino de David. En la época de Josué, puesto que las tribus no tenían unidad de gobierno, se desempeñaban cada una por su propia cuenta, tanto en la paz como en la guerra. Saludos y bendiciones; Cristo Viene.