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Quetzalcóatl, que en náhuatl clásico significa serpiente emplumada, es, según el enfoque investigativo que se comprenda, uno de los dos dioses principales del panteón azteca, si no el principal. Los primeros registros de adoración a este dios datan del primer siglo antes de Cristo y se extendió a lo largo de América Central hasta el 900 DC. Fue vinculado con los dioses del viento, de Venus, de la aurora, de comerciantes y artesanos, así como con las ciencias del aprendizaje y el conocimiento; por ello era también el dios patrono de los sacerdotes. Aparece generalmente representado por una serpiente con plumas, lo que plasma un concepto ampliamente arraigado en toda la región: la dualidad de un dios supremo con cualidades terrenas, invocadas en su cuerpo reptil, y cualidades espirituales, aludidas a través de las plumas. En la mitología azteca, se trataba de una deidad transgresora entre el cielo y la tierra, creadora de la humanidad, y cuyo nombre designaba también al máximo título sacerdotal. En una de las historias acerca de Quetzalcóatl, se afirma que éste fue seducido por Tezcatlipoca (su antítesis celestial) para emborracharse y dormir con una sacerdotisa célibe (al parecer se trató de su propia hermana); preso del remordimiento por esta acción, se incineró y su corazón se convirtió en la estrella de la mañana. También aparece en representaciones antropomórficas como un hombre blanco y con barba, lo que seguramente originó que los nativos confundieran a Hernán Cortés con Quetzalcóatl.