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El lugar y el momento cuando estamos más cerca del cielo es cuando oramos, ya que la oración mueve al cielo y la fe mueve la tierra. Tenemos que entender que la oración es algo eterno. Tu visión al orar, no debe ser obtener “cosas” materiales, debe ser traer el Reino de los Cielos a la tierra. Quien tiene percepción de la eternidad no puede frustrarse, ya que lo que está pasando en la tierra es temporal, es por eso que tenemos que vivir por esa eternidad en la cual la prioridad de un creyente debe ser lo eterno y no lo terrenal. No somos seres temporales, somos seres eternos y cuando oramos nos mentalizamos en la eternidad; cuando oramos debemos pedir que venga el Reino de Dios y que se haga su voluntad. Si una oración motiva a Dios también motiva al cielo, es decir que es mejor hacer oraciones cortas que hagan temblar el lugar, y no oraciones largas con que las personas se duerman. Debes orar desde la humildad, no desde la altivez y de la exigencia. Cuando oramos debemos hacerlo con intensidad, con ruegos indecibles y con carácter de urgencia. La intensidad con la que oras, refleja la urgencia con la que necesitas respuesta a tu petición. Tu tiempo de respuesta en la oración lo determina tu pasión al orar. Cuando pidas algo, cuídate de la motivación; si hay egoísmo y orgullo, tu petición no llegará al cielo. La oración que mueve al cielo, es la que se hace con una motivación correcta. Un hombre y una mujer que se empeñen en orar por una causa verán la Gloria de Dios; es por eso que tenemos que orar para que los niveles de maldad bajen en el país, esa es la oración que mueve al cielo.