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Comentario al Evangelio-click aquí: https://youtu.be/j4YyFXErSYE. Así como Moisés sacó al pueblo elegido de la esclavitud de Egipto, así Cristo nos ha liberado del dominio del pecado, grabando por acción del Espíritu Santo sus leyes en nuestro corazón. Nos ha hecho ministros de una alianza nueva, no de código escrito, sino de espíritu (2 Corintios 3,4-11) Hermanos: Esta confianza con Dios la tenemos por Cristo. No es que por nosotros mismos estemos capacitados para apuntarnos algo, como realización nuestra; nuestra capacidad nos viene de Dios, que nos ha capacitado para ser ministros de una alianza nueva: no de código escrito, sino de espíritu; porque la ley escrita mata, el Espíritu da la vida. Aquel ministerio de muerte -letras grabadas en piedra- se inauguró con gloria; tanto que los israelitas no podían fijar la vista en el rostro de Moisés, por el resplandor de su rostro, caduco y todo como era. Pues con cuánta mayor razón el ministerio del Espíritu resplandecerá de gloria. Si el ministerio de la condena se hizo con resplandor, cuánto más resplandecerá el ministerio del perdón. El resplandor aquel ya no es resplandor, eclipsado por esta gloria incomparable. Si lo caduco tuvo su resplandor, figuraos cuál será el de lo permanente. Santo eres, Señor, Dios nuestro. (Salmo 98 ) No he venido a abolir, sino a dar plenitud (Mateo 5,17-19) En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No creáis que he venido a abolir la Ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los cielos." El sermón de la montaña. El Evangelio de hoy está tomado del capitulo 5| de San Mateo: Estamos desarrollando el sermón de la montaña. Es muy claro, lo que Jesús nos dice hoy: “No he venido a abolir la ley, sino a darle plenitud”. O sea Jesús, vino a darle Continuidad y plenitud. Si bien no continua con las costumbres de la religión Judía, de ninguna manera anula las exigencias de la ley de Dios. No hay un Dios del AT y otro del NT, solo podemos hablar de una pedagogía de Dios. Se ha revelado a través de un proceso complejo, que se ve en plenitud en Cristo. Jesus mismo vino a cumplir esa ley, en su persona, y toda su vida es testimonio, de lo que significa amar la ley de Dios. Es lo que profetizaron Jeremias y Ezequiel, hablaron de una Nueva Alianza, que escriba la ley no en tablas de piedra, sino en nuestros corazones. Ya nos dice Pablo en la primer lectura, cuando llega a Corinto para proclamar el Evangelio: “Dios nos capacitó para ser ministros de la Nueva Alianza, no de la letra, sino de Espíritu” Jesus no solo nos pide que que seamos fieles a la ley de Dios, sino que se la transmitamos a los demás. “Quien lo haga será considerado grande en el Reino de Dios”. Hemos adaptado tanto a nuestro antojo la ley de Dios, que creemos que los actos externos, el culto, los ritos y todos los sacrificios, bastan para agradar a Dios. O pensamos tal vez que para tranquilizar nuestra conciencia, basta dar una buena limosna. Todo esto junto, ni se compara con el valor de un simple acto de contricción, de una simple y sencilla oración que nazca del corazón, que diga: "Señor, ten piedad de mi, porque soy un pecador... Dios mío, me postro ante Ti en esta oración, quiero escucharte y ser dócil a tus inspiraciones, porque sólo Tú podrás dar plenitud a mi vida. Te pido Señor, que grabes en mi mente y en mi corazón la urgente necesidad de predicar y transmitir tu palabra, y de esa manera hacer que todo el mundo te conozca y se salve.