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Vídeo publicado en http://www.tribunavalladolid.com Esta vez no había miedo. Ni siquiera los más temerosos de la ciudad tenían necesidad de mirar al cielo en esta tarde-noche de Viernes Santo. Ya lo decía el alcalde Javier León de la Riva durante la mañana, en el Sermón de las Siete Palabras; esta vez no había ni un solo motivo para esperar las tan temidas lluvias de anteriores ediciones. Los más pesimistas, pese al sol que lucía en el cielo y que empezaba a ponerse minutos antes de que arrancara la Procesión General, recordaban los trágicos instantes de anteriores ediciones, la de 2013 sin ir más lejos, en los que se anunció que no abría desfile por culpa de la lluvia. Pero esta Semana Santa ha sido diferente. Como si de un mensaje paralelo a la salida de la crisis se tratase, la meteorología ha decidido esta vez dar un respiro y una alegría a los más devotos de Valladolid, de España y a todos aquellos foráneos que se encuentran en la ciudad estos días viviendo unos días mágicos. Y como respuesta, esas miles de personas decidieron responder con su presencia en esta Procesión General. Veintidós grados marcaba el mercurio cuando las diecinueve cofradías, con miles de cofrades a la cabeza, comenzaba su marcha desde la iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias. Era el momento de sacar el orgulloso vallisoletano, representado por 32 figuras Gregorio Fernández, Juan de Juni y otros prestigiosos autores de la escuela castellana. Siempre con el más absoluto silencio como muestra de respeto, admiración y devoción, el público observaba unas tallas tan mastodónticas como impresionantes. Varias mujeres de avanzada edad, incluso, decidían externalizarlo con varias lágrimas recorriéndoles las mejillas. Semana Santa en estado puro. Mientras algunas figuras tan ilustres como 'Nuestro Padre Jesús Nazareno', 'La Oración en el Huerto' o 'Ecce-Homo' se iban abriendo paso, el sol terminaba de esconderse entre los edificios del centro de Valladolid, dando un toque místico a unas esculturas ya bellas de por sí. Se alcanzaba ya la Plaza Mayor después de dejar atrás la Bajada de la Libertad y la esquina de Ferrari. El epicentro de lo que está siendo esta Semana tan especial recibió con entusiasmo la entrada del desfile. Los flashes de las cámaras impactaban de lleno en todos los cofrades que llevaban con pasión sus campanas, cetros, butafumeiros y velas, al mismo tiempo que el olor a incienso empapa a los allí congregados. La calle Santiago, lugar muy propio para una procesión de estas características, se dejaba pisar para permitir el paso hasta la Plaza Zorrilla y Miguel Íscar. Serpenteando hasta Duque de la Victoria, la magia seguía estando presente en las carreteras de Valladolid, que ejercían de camino marcado para la ocasión. Capas, túnicas y capirotes de todos los colores, azul, verde, negro, gris, rojo, seguían dando pasos incansablemente. Parecía que el recorrido no terminaría nunca, pero por suerte para los más pequeños cofrades, con sus cansadas piernas de tanto andar, no fue así. Los 32 pasos habían terminado la Procesión más importante del año. "Pues a mí se me ha hecho corto", decía un chaval de no más de dieciocho años con un claro acento andaluz, para el que las casi cuatro horas no habían sido suficiente. Como si de un círculo se tratara, todo terminó donde había empezado, en la iglesia de las Angustias con el rezo de la Salve Popular. En una época de recogimiento, era el momento de recoger los bártulos y volver a casa.