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Tras una alabanza que propició un ambiente de refrigerio espiritual y que impartió nuevas fuerzas para seguir peleando nuestra bendición y confiando en la fidelidad de nuestro Dios, y sobreponernos a las circunstancias con la ayuda del Espíritu Santo y nuestra rendición a Él, el Pastor Javier Bertucci inició el mensaje titulado: "Lo que hay que saber para prosperar", fundamentado en la palabra siguiente:  3 de Juan 2: 1:2 Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. Pues mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad. 1:4 No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.  Haciendo énfasis en que nuestra prosperidad es el deseo de Dios y que este deseo no está sujeto a nuestras circunstancias ni condiciones físicas o materiales, sino que es su soberano deseo y que este deseo no nos dañará mientras que tengamos claro que el dinero es un siervo a nuestro servicio y que el daño que este puede causar está basado en el amor y los lazos de dependencia que hagamos con el mismo.  Al tomar una decisión de coraje, de servir al Señor, nuestra santidad y fidelidad a Dios no está basada en la cantidad de dinero que podamos poseer; así, podremos asimilar que el deseo de Dios es nuestra prosperidad integral, sin temor a ser dañados por ello, y dicha decisión debe ser basada en un fuerte deseo de consagración, y no en un querer caprichoso, pues el deseo tiene la fuerza de movernos a trabajar en función del mismo, y aun, influenciar nuestro estado de ánimo en función de conseguirlo.  Basado en esta reflexión, entendemos que el deseo de prosperarnos que está en el corazón de Dios, es un sentimiento estable y eterno que debe impulsarnos a hacer las obras correspondientes para cumplir ese deseo en nuestras vidas, abandonando nuestra zona de comodidad y todas aquellas excusas que nuestra alma y nuestra mente puede propiciar, para mantenernos atados a un estado de pobreza En ocasiones, la palabra de prosperidad puede producir incomodidad en nuestro espíritu, debido a la doctrina de religión que hasta ahora ha predominado en la Iglesia, que relaciona la pobreza con la santidad o la humildad; sin embargo, debemos recordar el estilo de vida que nuestro Señor Jesús llevó aquí en la tierra, siendo este estilo de vida integralmente próspero desde su nacimiento, recordando que su primera ofrenda fueron cofres de oro y cosas de alto valor económico, y continuando así, a lo largo de su ministerio, durante el cual, su Padre le proveyó de discípulas que le servían con sus bienes. Todo ello, demuestra que nuestro mayor obstáculo para prosperar es nuestra mentalidad de pobreza, y que muchas veces la hemos utilizado para mantenernos bajo oprobio y no esforzarnos para salir de esa zona de comodidad donde nos encontramos; pero, el deseo de Dios es prosperarnos, por lo que debemos romper con todo límite y esquema social para cumplirlo. Nuestro Padre expuso a Satanás como el único interesado en mantenernos bajo el oprobio de la pobreza, pues bajo este oprobio, perdemos nuestra paz y estaremos limitados para la extensión del Reino.