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http://www.laibi.org/ Se tarda solamente dieciocho minutos para leer en voz alta el Sermón del Monte de Jesucristo que se encuentra en los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo. Sin embargo, estas palabras inmortales han creado una impresión imborrable en las mentes de los hombres. Gandhi las llamó las palabras mayores en toda literatura y trató de hacerlas un programa de acción política. Tristemente, él nunca aceptó al Autor de ellas como su Salvador y Señor personal. Nietzsche, el filósofo loco de Alemania quien inventó las palabras “Dios está muerto”, protestó furiosamente contra el Serm6n del Monte, llamándolo la moralidad de esclavos. Martín Lutero afirmó que era imposible vivirlo y que fue dado por Dios solamente para mostrarnos nuestra extrema necesidad de la gracia. Scofield dijo que no era para la iglesia, sino para un milenio futuro. Tolstoi quiso practicarlo sin adorar a Jesucristo como Salvador, y fracasó. Ninguno de estos hombres encontró el significado verdadero del Sermón del Monte. Nuestro Señor mismo dijo del Sermón: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca” (Mt. 7.24). Lo importante es que el Sermón del Monte no os un código de ética para acción política por hombres no regenerados, sino que es el Manifiesto de Cristo que describe el carácter de los que son salvos por su sangre, nacidos de nuevo por su Espíritu, y que pertenecen a su reino. El Sermón del Monte no es una colección de reglamentos y normas, sino una revelación de la afable disposición de los que han sido trasladados del reino de las tinieblas al reino del Hijo de Dios, una nueva posición, por la gracia redentora de Dios. Guillermo McGrath