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VINCENZO ANTONIO PETRALI (1830-1889) Una misa es una ceremonia pero también un drama, con todo el aparato teatral que el drama exige. Representa el sacrificio del Cordero de Dios que se convierte en Sagrada Forma y es distribuido entre los fieles en una suerte de banquete totémico donde lo humano y lo divino se sintetizan en la persona del Mesías. Creyentes e incrédulos pueden participar, a través del arte, de este espectaculo que, con fe o sin ella, puede llegar a la intimidad de cualquiera. De todos modos, sólo tenemos a un Dios para el conjunto de los mortales. Vincenzo Antonio Petrali (1830-1889) debió transcurrir su carrera durante la edad de oro del melodrama romántico, entre el retiro de Rossini hasta el final de Verdi, y practicó la ópera con buena aceptación de sus contemporáneos. No obstante ello, su emblema es el "príncipe de los organistas italianos" porque en tal orden consiguió admirar a legos y profesionales por su dominio del complejo instrumento y lo que a todo organista de iglesia se le exige: un acabado arte en la improvisación. Esta Misalo demuestra cabalmente. Es una suerte de drama sin canto, pues la soprano apenas recita los textos sacros que corresponden a cada número, dejando amplio espacio al momento de la Comunión, resuelto en forma de gran sonata. El atento escucha hallará ecos verdianos en esta música porque estamos ante un drama, circunscrito a la liturgia pero, como se indicó al principio, no por tal, menos dramático. Los episodios, dolorosos y gloriosos, los personajes -- la difusa presencia de la divinidad, la patencia del Enviado Unigénito y la anhelosa participación del pueblo -- están allí, en un estado sensible, casi tangible. Un drama universal pero dicho a la italiana por una imaginación meridional y capaz de auténtica agitación escénica. Agradezco la informacion proporcionada por el usuario polibio 77 como veraz y oportuna de la cual logre finalizar este trabajo.