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La cultura maya habitó una gran parte de la región denominada Mesoamérica, en los territorios actuales de Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador y en el comprendido por cinco estados del sureste de México: Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán, con una historia de aproximadamente tres mil años. Durante ese largo tiempo, en ese territorio se hablaron decenas de dialectos que dieron lugar a las 44 lenguas mayas modernas. Hablar de los «antiguos mayas» es referirse a la historia de una de las culturas mesoamericanas precolombinas más importantes, pues su legado científico y astronómico es mundial. Contrariamente a una creencia muy generalizada, la civilización maya no desapareció del todo —aun sobreviven numerosas etnias mayenses en la región mesoamericana—, aunque es innegable que su poderío económico, militar y político colapsó por completo pocos siglos antes de la llegada de los españoles en el siglo xvi.1 La literatura maya ilustra la vida de esta cultura. Obras como el Rabinal Achí, el Popol Vuh, los diversos libros del Chilam Balam, son muestra de ello. Lo que sí fue destruido con la conquista es el modelo de civilización que hasta la llegada de los primeros españoles, había generado tres milenios de historia. La conquista española de los pueblos mayas no se consumó hasta 1697, con la toma de Tayasal, capital de los mayas Itzá, y Zacpetén, capital de los mayas Ko'woj, en el Petén (actual Guatemala). El último estado maya desapareció cuando el gobierno mexicano de Porfirio Díaz ocupó en 1901 su capital, Chan Santa Cruz, dando así fin a la denominada Guerra de Castas. Los mayas hicieron grandes e impresionantes construcciones desde el Preclásico medio y grandes ciudades como Nakbé, El Mirador, San Bartolo, Cival, localizadas en la Cuenca del Mirador, en el norte del Petén, y durante el preclásico, las conocidas ciudades de Tikal, Quiriguá —ambas las primeras en ser declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en 1979 y 1981 respectivamente—, Palenque, Copán, Río Azul, Calakmul, Comalcalco (construida de ladrillo cocido), así como Ceibal, Cancuén, Machaquilá, Dos Pilas, Uaxactún, Altún Ha, Piedras Negras y muchos otros sitios en el área. Se puede clasificar como un imperio, pero no se sabe si al momento de colonizar impusieron su cultura o si fue un fruto de su organización en ciudades-estado independientes cuya base eran la agricultura y el comercio. Los monumentos más notables son las pirámides que construyeron en sus centros religiosos, junto a los palacios de sus gobernantes (lugares de gobierno y residencia de los nobles), siendo el mayor encontrado hasta ahora el de Cancuén, en el sur del Petén, muchas de cuyas estructuras estaban decoradas con pinturas murales y adornos de estuco. Otros restos arqueológicos importantes incluyen las losas de piedra tallada usualmente llamadas estelas (los mayas las llamaban tetún, ‘tres piedras’), que muestran efigies de los gobernantes junto a textos logográficos que describen sus genealogías, entronizaciones, victorias militares, y otros logros. La cerámica maya está catalogada como una de las más variadas, finas y elaboradas del mundo antiguo. Los mayas participaban en el comercio a larga distancia en Mesoamérica, y posiblemente más allá. Entre los bienes de comercio estaban el jade, el cacao, el maíz, la sal y la obsidiana.