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En un ambiente de profunda adoración se desarrolló el servicio de este domingo 13 de febrero, en el cual la Iglesia fue conmovida y quebrantada en la presencia de Dios; así fue expuesta la Palabra por el Pastor Javier Bertucci, en el entendimiento de que el único sacrificio que podemos presentar ante el Señor en este tiempo, es un corazón contrito y humillado, de hombres y mujeres que saben mover la mano de Dios y Su poder mediante sus lágrimas. Este fue el mensaje que enterneció la vida de muchos en la congregación ese día: En el Antiguo Testamento se acostumbraba a sacrificar un animal en el altar. Era la única forma de lavar los pecados y lograr una comunicación con Dios. El sacrificio óptimo era un cordero limpio y sin defectos. Jesús es presentado como sacrificio óptimo, muere en la cruz del calvario, limpio y sin pecados como habría de ser el Cordero que quita el pecado del mundo. El cordero del antiguo testamento quitaba el pecado de un individuo, un poco más allá, de su familia; pero, el Cordero representado en la persona de Jesús fue suficientemente poderoso para quitar el pecado del mundo entero. Una vez que Jesús hizo este sacrificio, ya no se requiere de uno nuevo. En el Nuevo Testamento, entonces, no se habla tanto de este tema, pues ya el Señor lo hizo en la cruz del Calvario. Así que, si queremos sacrificar algo para agradar a Dios, no ha de ser un animal, ni nos sacrificaremos nosotros en manera alguna; pues, nada logra más que sacrificar lágrimas en el altar de Dios. "Las lágrimas mueven a Dios." Por las características culturales de los hombres y mujeres de este país, el llorar se ha convertido en una acción más de dolor que de petición. La mayoría de la gente llora porque le está pasando algo malo. Pero cuando una persona logra presentarse con lágrimas ante Dios con una causa, tiene una ventaja sobre los que no lo hacen. El que llora tiene un corazón tierno. Es alguien a quien le es fácil arrepentirse. Es alguien que conmueve el corazón de Dios. Hay una clase de lágrimas valiosas para Dios. Las de Ana por un hijo que no podía tener; las de Jeremías por una ciudad cautiva, de espaldas a Dios; las de Nehemías por Jerusalén cuando cayó el muro. La clase de lágrimas de hombres y mujeres que cambiaron el mundo. "¡Las lágrimas pueden cambiar la historia de tu vida!" Juan 11:35: "Jesús lloró"