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El Santo Cura de Ars nos habla en su sermón: "Sobre la misericordia de Dios", de la misericordia que nuestro Señor Jesucristo mostró siempre a los publicanos y pecadores que se acercaban a él para oír su palabra. No los alejaba de él ni los reprendía por su vida de pecado, sino que los ganaba con buenas maneras, mostrándoles el amor de Dios, los llevaba a las manos de su Padre Celestial y así se convirtieron muchos que ya estaban perdidos. Nos habla de la grandeza de la misericordia de Dios, haciendo referencia a los santos evangelios, profetas y pasajes del antiguo testamento. También nos dice lo que nosotros debemos de hacer para tener la felicidad de obtener la misericordia divina. Dios es todo misericordia desde el comienzo del mundo hasta la llegada del Mesías, siempre derramando sus gracias y llenando de beneficios a todos los hombres que se apartaban del mal y vivían con justicia. Dios, por su gran misericordia, fue capaz de sacrificar a su único Hijo, al enviarlo a una cruenta muerte para que nos reconciliara con Él, abrirnos las puertas del cielo y así la raza humana encontrará el único camino seguro de salvación eterna: Jesucristo. Nuestro Señor Jesucristo muestra un gran amor hacia nosotros al hacer la voluntad de su Padre Celestial, su cruenta muerte y tantos tormentos no son capaces de alejarlo de cumplir la misión que Dios le tenía encomendada. Jesús hizo todo para cumplir la misión de redención del género humano, sin descuidar el anuncio de su palabra y la salvación de las ovejas descarriadas; muestra gran amor y misericordia hacia grandes pecadores: la Samaritana, la Magdalena, San Mateo, Zaqueo, la mujer adultera, la hemorroísa, el padre del endemoniado, etc. Jesucristo tiene un gran placer en perdonarnos, por numerosos que sean nuestros pecados, como las hojas del bosque, siempre encontraremos su perdón si nos dirigimos a Él en la confesión con un corazón contrito: verdadero arrepentimiento por haberlo ofendido pecando, aborrecer dicha falta y deseos de nunca más cometerla. En el evangelio encontramos un hermoso ejemplo de la misericordia de Dios: la parábola del hijo prodigo; dicho hijo a pesar de ser un ingrato con su padre y de despilfarrar su herencia viviendo una vida disoluta, al verse golpeado por el infortunio y la pobreza extrema se ve obligado a reflexionar y decide ir a pedirle perdón a su padre; el amoroso padre no duda en perdonar al hijo que ya tenía por perdido y volvía a él, lo restituye en su amor y posición y hace una gran fiesta para regocijarse por haberlo recuperado...Así es Dios con todos sus hijos que se arrepienten de su vida de pecado y le piden perdón. No nos debe asustar ni la grandeza de nuestros pecados ni su número, sino la disposición que tengamos para recurrir siempre a la misericordia de Dios, con verdadero arrepentimiento y dolor para no hacer burla de Dios, siempre la encontraremos. Jesucristo nos alcanzó el premio de la vida eterna, desea nuestra salvación y a nosotros nos cuesta tan poco para salvarnos...nadie debería ir al infierno si se acoge en vida a la misericordia divina. Dios es tan bueno y nos ama tanto, que aún así no debemos cansar su paciencia haciendo mofa de Él, al pensar que siempre tendremos su misericordia cuando podamos o queramos apartarnos del pecado; nos pide verdadera conversión a Él y siempre fidelidad...no se puede tener la misericordia de Dios si continuamos pecando.