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Pablo, con su espíritu enardecido por la idolatría de los Atenienses, proclama el Evangelio en uno de sus lugares más representativos. ¡He aquí el razonamiento de Pablo con los atenienses! No con palabrería hueca, sino con la proclamación del mensaje que es poder de Dios para salvación para todo aquel que cree, para judíos primeramente y también para Griegos.