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TESTAMENTOS DE LOS DOCE PATRIARCAS, HIJOS DE JACOB TESTAMENTO DE ISACAR Sobre la sencillez 1 Copia de las palabras de Isacar. Convocó a sus hijos y les habló así: —Escuchad, hijos, a Isacar, vuestro padre; prestad oído a las palabras del amado del Señor. Nací como quinto hijo de Jacob, como premio por las mandrágoras. Rubén trajo mandrágoras del campo; Raquel le salió al encuentro y se las quitó. Lloraba Rubén por ello, y a sus gritos salió Lía, mi madre. Estas mandrágoras eran manzanas de excelente aroma, producidas por la tierra de Arán, en las alturas, bajo una catarata escarpada. Dijo Raquel: —No te las devolveré; serán mías en vez de hijos. Eran dos manzanas. Replicó Lía: —Debiera bastarte el haberme arrebatado al varón de mi doncellez. ¿Vas a llevarte también éstas? Respondió: —Que Jacob pase contigo esta noche por las mandrágoras de tu hijo. Díjole Lía: —No seas jactanciosa ni te gloríes: Jacob es mío; yo soy la mujer de su juventud. Raquel replicó: —¿Cómo? Él fue primero mi prometido y por mí sirvió a mi padre catorce años. ¿Qué voy a hacer contigo, ya que han crecido los engaños y las maquinaciones de los hombres y el dolor avanza sobre la tierra? De lo contrario no habrías visto el rostro de Jacob. Pues tú no eres su mujer, sino que con engaño te introdujeron en vez de mí. Mi padre me engañó y me hizo ir aquella noche a otro sitio, no permitiéndome ver nada. Si yo hubiera estado allí, no hubiera sucedido esto. Añadió Raquel: —Toma una mandrágora, y por la otra te dejo a Jacob durante una noche. Jacob conoció a Lía, la cual quedó embarazada y me dio a luz. A causa de este salario fui llamado Isacar. 2 Se le apareció entonces a Jacob un ángel del Señor y le dijo: —Raquel parirá dos hijos, porque despreció la unión con varón y escogió la continencia. Si Lía, mi madre, no hubiera cambiado las dos manzanas por la unión con Jacob, habría parido ocho hijos. Pero alumbró a seis, y Raquel los otros dos. El Señor la visitó por las mandrágoras, pues vio que deseaba unirse a Jacob por los hijos, no por deseo de placer. Al día siguiente volvió a ceder a Jacob para recibir la otra mandrágora. Así, por las mandrágoras hizo Dios concebir a Raquel. Porque, apeteciéndolas, no las comió, sino que las ofreció al Señor en su templo, presentándoselas al sacerdote del Altísimo que oficiaba en aquel momento. 3 Cuando crecí, caminé con rectitud de corazón. Me hice labrador de las tierras de mis padres y hermanos y les llevaba los frutos de los campos en cada estación. Mi padre me bendijo, pues vio que procedía con sencillez. No era entrometido, ni malvado, ni malicioso con mi prójimo. No hablaba mal de ninguno ni criticaba la vida de nadie, procediendo con ojos sencillos. Por esta razón tomé mujer a los treinta años, porque la tarea devoraba mi energía. No tenía la mente puesta en el placer que las mujeres proporcionan, sino que por el trabajo el sueño me vencía. Mi padre se alegraba siempre por mi sencillez. Si conseguía algo con mi trabajo, ofrecía en primer lugar al Señor, por medio del sacerdote, los frutos y las primicias; luego, a mi padre, y en tercer lugar venía yo. El Señor duplicaba los bienes por mis manos, y Jacob sabía que Dios cooperaba con mi sencillez. A los pobres y afligidos les proporcionaba los bienes de la tierra con sencillez de corazón.