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TESTAMENTOS DE LOS DOCE PATRIARCAS, HIJOS DE JACOB TESTAMENTO DE LEVÍ Sobre el sacerdocio y el orgullo 1 Copia de las palabras de Leví, de cuanto ordenó a sus hijos antes de su muerte, de todo lo que habían de hacer y cuanto les acontecería hasta el día del juicio. Gozaba aún de buena salud cuando los convocó a su presencia, pues le había sido revelado que iba a morir. Cuando se congregaron les habló así: 2 —Yo, Leví, fui concebido en Hanán y nací allí mismo; después vine con mi padre a Siquén. Era joven, como de unos veinte años, cuando Simeón y yo tomamos venganza de Emmor por nuestra hermana Dina. Cuando pastoreábamos nuestros rebaños en Abelmaul, vino sobre mí el espíritu de la sabiduría del Señor y contemplé cómo todos los hombres habían corrompido su camino y cómo la maldad se había construido (entre ellos) sus baluartes y la impiedad tenía su asiento en sus torres. Sentí tristeza por el género humano y rogué al Señor (que me indicara) cómo podría salvarme. Cayó entonces sobre mí un sueño y contemplé una montaña elevada. [Era ésta el Monte del Escudo en Abelmaul]. Se abrieron entonces los cielos, y un ángel de Dios me dijo: —Leví, entra. Subí desde el primer cielo al segundo y vi una masa de agua colgante entre éste y aquél. Vi luego el tercer cielo, mucho más iluminado y brillante que los otros dos, pues había en él una luz ilimitada. Pregunté al ángel. —¿Por qué es esto así? Me respondió: —No te admires de ello: cuando hayas subido más, verás otros cuatro cielos más brillantes y puros (que éstos). Estarás cerca del Señor, serás su servidor, anunciarás sus misterios a los hombres y proclamarás la redención futura de Israel. [A través de ti y de Judá aparecerá el Señor entre los hombres, salvando a todo el género humano.] Tu subsistencia provendrá de la porción del Señor; él será para ti campo, viña, frutos, oro y plata. 3 Oye ahora (lo que voy a decirte) sobre los siete cielos. El más bajo es el más triste, ya que contempla todas las injusticias de los hombres. El segundo contiene fuego, nieve y hielo, preparados para el día en que el Señor dé la orden, en el curso del justo juicio de Dios. En él se hallan todos los espíritus que conducen a los impíos a su castigo. En el tercero se encuentran las fuerzas de los ejércitos, dispuestas en el día del juicio a tomar venganza de los espíritus del error y de Beliar. Los que están en el cuarto cielo, sobre éstos, son santos. En el más alto de todos habita la Gran Gloria, en el Santo de los Santos superior a toda Santidad. En el siguiente cielo se hallan los ángeles de la presencia del Señor, sus servidores, que interceden ante el Señor por todos los pecados de los justos cometidos inadvertidamente. Ofrecen al Señor un sacrificio de suave olor, una ofrenda razonable y sin sangre. En el de más abajo se encuentran los ángeles que llevan las respuestas a sus compañeros de la presencia de Dios. En el siguiente se hallan los tronos y dominaciones, y se entonan himnos a Dios continuamente, pues cuando el Señor dirige su mirada hacia nosotros, todos nos conmocionamos. También los cielos, la tierra y los abismos tiemblan en presencia de su grandeza. En cambio, los hijos de los hombres insensibles a todo esto no perciben esa realidad, pecan e irritan al Altísimo.