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El cacique Huantepeque asesinó a su hermano en la selva, lo quemó y guardó sus cenizas calientes en una vasija. Los dioses mayas le presagiaron que su hermano saldría de la tumba a vengarse, y el fratricida, temeroso, abrió dos años después el recipiente para asegurarse de que los restos estaban allí. Un fuerte viento levantó las cenizas, cegándolo para siempre.»1 Así concluye el brevísimo cuento titulado «El vengador» del escritor hondureño Óscar Acosta, a quien en 1979 se le otorgó el Premio Nacional de Literatura. Lo cierto es que el vengador de la muerte del hermano del cacique bien pudo haber sido Dios mismo, que en su Libro Sagrado dice: «Mía es la venganza; yo pagaré»,2 y lo lleva a la práctica comenzando con el primer homicidio de la historia universal. Pues cuando Caín mata a su hermano Abel, Dios condena a Caín al destierro, a una vida errante como fugitivo, sin que pueda volver a disfrutar de los frutos de la tierra.3 Puede leerlo completamente, verlo de nuevo en video como si fuera por TV, escucharlo como si fuera por la radio, incluso imprimir este mensaje y muchísimos más desde marzo del 2004 hasta hoy, en: www.conciencia.net.