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VIDA DE LOS PROFETAS Nombres de los profetas, de dónde son, dónde murieron, cómo y dónde están enterrados. Isaías 1 Era de Jerusalén. Murió en tiempos de Manasés aserrado en dos. Fue colocado bajo la encina de Rogel, cerca de donde pasan las aguas que echó a perder Ezequías cegándolas. Dios hizo el signo de Siloam por medio del profeta, puesto que antes de morir y estando a punto de desfallecer, pidió agua de beber y al momento se le envió. Por eso se llamó Siloam, que quiere decir «enviado». Y en tiempos de Ezequías, antes de construir las cisternas y las piscinas, por la oración de Isaías brotó un poco de agua ?puesto que la población estaba asediada por los gentiles?, para que no pereciera la ciudad por falta de agua. Los enemigos andaban buscando de dónde beber y al ocupar la ciudad acamparon junto a Siloam. Cuando se acercaban los judíos, salía agua; pero si se acercaban los gentiles, no salía. Por eso brota de forma imprevista hasta el día de hoy, para que se manifieste el misterio. Por haber ocurrido esto gracias a Isaías lo enterró el pueblo, como recordatorio, cerca de allí, con todo cuidado y honor, para que por medio de sus súplicas disfrutasen igualmente del agua incluso después de su muerte, ya que habían recibido un oráculo sobre ella. Su tumba está cerca de la tumba de los reyes, detrás de la tumba de los sacerdotes en dirección al sur. Pues Salomón construyó las tumbas después de que David lo había decretado, hacia el oriente de Sión que tiene el acceso por Gabaón y distan veinte estadios de la ciudad. Se hizo una construcción desconcertante, de forma que no se sospecha que existe. Hasta el día de hoy la desconoce la mayoría de los sacerdotes y todo el pueblo. Allí conservaba el rey el oro procedente de Etiopía y los aromas. Por haber manifestado Ezequías a los gentiles el secreto de David y Salomón, y haber mancillado los huesos de sus antepasados, Dios le impuso la maldición de que sus enemigos harían esclavos a sus descendientes. A partir de aquel día Dios lo dejó sin descendencia. Jeremías 2 Era de Anatot y murió en Tafne de Egipto, apedreado por el pueblo. Está enterrado en el lugar que habitó el faraón. Los egipcios le honraron porque les había hecho mucho bien. Por su súplica, las serpientes, que los egipcios llaman efot, los abandonaron. Y todos los fieles de Dios, hasta el día de hoy, van a orar a dicho lugar y curan las mordeduras de serpiente con polvo del lugar. Mas nosotros sabemos por los hijos de Antígono y Tolomeo, que ya eran ancianos, que Alejandro de Macedonia, cuando estuvo en el sepulcro del profeta y conoció sus obras maravillosas, trasladó sus restos a Alejandría y los colocó alrededor en círculo. Hizo desaparecer de la tierra la estirpe de las serpientes y, de igual forma, introdujo las serpientes llamadas argolas, es decir, combate-serpientes. Este Jeremías dio un signo a los sacerdotes egipcios: «Que sus ídolos iban a conmoverse y todas sus figuras iban a derribarse cuando llegara a Egipto una virgen recién parida con un niño de apariencia divina». Por eso veneran hasta ahora a una virgen y adoran a un niño colocándolo en un pesebre. Y al rey Tolomeo, que quería saber los motivos, le dijeron que era un secreto recibido de los antepasados por medio del santo profeta. Les fue confiado a nuestros padres, y nosotros, dicen, estamos esperando el cumplimiento de su secreto. Este profeta, antes de la conquista del templo, arrebató el arca de la ley con todo lo que contenía y consiguió empotrarla en piedra, mientras decía a los que estaban presentes: «El Señor se ha marchado del Sinaí al cielo y vendrá de nuevo con poder y os servirá como señal de su venida cuando todos los pueblos adoren a un árbol». Y añadió: «Nadie es capaz de extraer esta arca fuera de Aarón, y ya ninguno de los sacerdotes o profetas puede extender sus tablas fuera de Moisés, el elegido de Dios». En la resurrección resucitará el arca la primera, saldrá fuera de la piedra y será colocada en el monte Sinaí. Todos los santos se congregarán allí junto a ella para recibir al Señor y huyendo del enemigo que quiere acabar con ellos. Hizo con el dedo el sello del nombre de Dios en la roca, y el cuño se convirtió en un grabado de hierro. Una nube cubrió el nombre, y nadie sabe el lugar ni es capaz de leerlo hasta el día de hoy e incluso hasta la consumación. La roca se halla en el desierto, donde por primera vez estuvo el arca, en medio de las dos montañas en las que están enterrados Moisés y Aarón. Por la noche, una nube se vuelve como fuego conforme a la primitiva prescripción de que no faltaría de su ley la Gloria de Dios. Dios concedió a Jeremías el favor de que él, en persona, diera cumplimiento a su secreto con el fin de que pudiera asociarse a Moisés. Y juntos están hasta el día de hoy.